El síndrome de Estocolmo aplicado a los telefonillos hace que un artilugio de este tipo que nos condiciona, nos persigue y nos encadena a una nube tan etérea como rígida, inflexible y cruel, tiene como consecuencia que cuando uno de estos aparatitos cuesta entre 500 a 700 euros nos parezca una ganga. Manda “güevos”.
Madre del Amor Hermoso, mantenme alejado de estos engendros de perdición fabricados directamente en las calderas de Pedro Botero. Amén.
¿ Que pensabais, que os iba a contar algo del telefonillo ?, de eso nada, que uno aún tiene principios.
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