El «polvo» no siempre es algo placentero.
Yo, que me reconozco un neurótico de la limpieza en el equipo fotográfico, sufro lo indecible en plena naturaleza cuando extiendo el zoom telescópico para hacer una foto y luego lo tengo que replegar. Antes de hacerlo soplo cuidadosamente el trozo de barrilete que ha quedado al descubierto y en ocasiones le paso un paño inmaculado. Todo ello mientras entono una oración a todos los santos del cielo. Solo imaginarme que una virulenta despiadada y microscópica partícula de polvo pueda entrar en el interior del objetivo y se quede a vivir en la cara interna de una lente me produce sarpullido. Me pasó en una ocasión con mi EF 24-70F4 IS USM. La partícula se quedó a vivir en la superficie interna de la primera lente y allí sigue imperturbable e inasequible al desaliento. Cada vez que limpio el objetivo la veo allí díscola y desafiante y me entra una angustia que tengo que ir a por un Trankimacim doble.
Tengo también un EF 70-200F4 IS II, que es un zoom interno, y con él me siento la mar de tranquilo. No hay por donde pueda entrar polvo, salvo las juntas de los aros de zoom y enfoque, pero ya sería mala suerte.
Introito:
Los objetivos externos con zoom son geniales para viajar. Ligeros, compactos y, por lo general, más asequibles. Pero si los llevas a cualquier lugar polvoriento, húmedo o ventoso, empiezan a actuar como pequeñas aspiradoras, absorbiendo hasta la última gota de humedad y suciedad. Y ahí, amigos, es donde empiezan los problemas.
Lo único que se me ocurre añadir son dos cosas:
- Coño, hostias, joder: ya se le podía haber ocurrido antes, ¿no?
- Coño, hostias, joder: lo mínimo que espero es que sustituya todos sus zoom’s externos de los últimos 100 años por otros iguales (o mejores) con el nuevo sistema.
jajajaja jajajaj les ha salido tan «bien» el invento que pinchas cualquiera de los enlaces y te da… ERROR 404